Presupuestar la crisis
¿Es normal que el debate de una
ley periódica y de trámite ordinario esté rodeado de un escenario de máxima tensión
dentro y fuera del Congreso Nacional? Este año el tratamiento y la media
sanción del presupuesto general de gastos y recursos del Estado argentino para
el año 2019 ha estado signado por algunos condimentos que elevaron la natural
atención que la sociedad presta a esta etapa anual de planificación de la
política económica. Veamos por qué:
1) Formalidad imprescindible: todo
Presidente está obligado por mandato constitucional – art. 100.6- a presentar ante
el Congreso una proyección completa, responsable y verificable de cómo
planifica obtener recursos y cómo los gastará el siguiente año para cumplir con
su misión esencial de gobernar el país conforme los objetivos que nos llevaron
a organizarnos como Nación (fácilmente recordables, pues están en el Preámbulo).
2) Sinceramiento de la crisis: dentro de
esa obligación periódica, en este año de inflación galopante, dólar duplicado y
salarios amesetados, el Ejecutivo nacional ha presentado un proyecto presupuestario
que refleja para el 2019 una retracción generalizada de gastos y un escenario
de recesión extendido, aún con una previsión inflacionaria optimista para los
índices actuales. Como prueba de gobernabilidad, el oficialismo busca una señal
poderosa de autoridad y liderazgo mediante la rápida aprobación legislativa rápida
de un programa económico que apacigüe las presiones del mercado.
3) Condicionamiento externo: como alguna
vez anticipamos en estas páginas, la decisión presidencial de este año de
recurrir tras décadas al auxilio financiero del FMI para sortear una crisis
interna, ha implicado una transferencia de soberanía con altísimos costos
políticos en cuanto a la independencia real. El actual tratamiento legislativo lo
evidencia: a) el organismo de crédito internacional formalmente ha supeditado
el pago de sus futuras cuotas de un préstamo de estabilización económica a la previa aprobación legislativa de un
presupuesto de déficit cero; b) por ello, mientras toda inversión social se reduce
en términos inflacionarios, el único gasto presupuestario que prevé un alza
real para el 2019 corresponde a los pagos de deuda.
4) Reacciones lógicas: La resistencia generalizada
al tratamiento de un presupuesto de crisis es natural en la Cámara de Diputados
en su carácter de caja de resonancia de las múltiples ideologías de la sociedad
argentina, máxime ante la inminencia de un año de elecciones presidenciales,
factor agonal que amplifica los disensos. Pero además se ha sumado la protesta
de movimientos sociales y sindicales, cuestionando que por carácter transitivo
la reducción generalizada de los gastos que afrontará el Estado (que es por
mucho el principal empleador e inversor económico del país), afectará inmediatamente
el poder adquisitivo real de empleados públicos, jubilados y beneficiarios de
subsidios. Más allá de la probable sanción final en el Senado, corresponde
resaltar que será factible de revisión judicial toda decisión presupuestaria
que condene a sufrir por debajo del índice inflacionario a las ayudas de
subsistencia de los sectores más vulnerables (como las jubilaciones mínimas y
las AUH).
5) Impacto federal: Las reducciones presupuestarias
afectarán mayormente a las previsiones locales de cada provincia, y entonces
como siempre seremos los bonaerenses quien –por tamaño y por tradición-
deberemos afrontar el mayor peso del ajuste nacional. Por ello, además de las
quejas públicas que adelantara el gobierno provincial frente al licuado inflacionario
de la reconquista del “fondo por el conurbano”, corresponderá el replanteo
judicial ante la Corte federal en caso de resistencia a reconocer ese derecho a
actualizar nuestra vieja partida pendiente hace décadas.
En definitiva,
lejos de resultar un tema económico, es eminentemente político y social el
dilema que configura este año con la tensión por consagrar un presupuesto de crisis
diseñado más para apaciguar nervios financieros y conformar auditores extranjeros
que nos exigen lo que ni siquiera ocurre en sus países desarrollados (déficit
0), que para atender soberanamente las necesidades de subsistencia de nuestra
Nación.
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