Las primeras primarias: el inicio de la “política para todos”

En nuestro país uno tiene bien claro que es hincha de Gimnasia, de Estudiantes, de Racing… pero esa sólida identidad en la pasión futbolística (ahí donde todos somos tan argentinos), parece perder fuerza a la hora de definirse en la política, y mucho más ahora: ¿qué es hoy ser peronista, radical, progresista o conservador cuando los hay intercalados en todas las ofertas electorales? Era obvio que las reglas del juego democrático debían adaptarse a esta nueva confusión de rótulos tradicionales, derivada de la crisis de los partidos.


Y entonces qué se nos viene? El próximo 14 de agosto a los bonaerenses nos esperan las primeras elecciones primarias bajo las nuevas reglas electorales: un cuarto oscuro plagado de boletas multicolores y un escrutinio bien complejo (previsiblemente con muchos votos anulados), tras el inminente tránsito por una campaña política inminente, corta, intensa y bien acentuada en lo municipal y lo regional, con un nuevo diseño de la distribución oficial de la publicidad electoral, entre otras características relevantes a las que todo indica que ni electores ni candidatos están debidamente capacitados.


Llegar a entender a esta novedosa transformación electoral obliga a viajar en el tiempo hacia el crítico período 2001/2003, en pleno colapso terminal del sistema representativo, consagrado en la proclama popular del que se “vayan todos” dentro del descontento de las cacerolas y las asambleas barriales, en campañas presidenciales con una tumultuosa oferta de más de 20 candidaturas y donde incluso se llegó a elegir a un presidente con apenas una quinta parte de los votos totales, con todo el riesgo de gobernabilidad que ello implicó para los argentinos.


Desde entonces, la demanda de una reforma electoral profunda que fomentara una mayor participación cívica y la oxigenación del sistema representativo quedó instalada como una deuda pendiente que se postergó por largos años, hasta que en 2009 se cristalizó en la sanción de una ley nacional de pomposo nombre (Ley 26.571 de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral) que tuvo su inmediata réplica en nuestra provincia y a lo bonaerense (Ley PBA 14.086). Si bien por experiencia histórica, toda modificación a las reglas del juego electoral debe ser analizada con la desconfianza propia del favoritismo a los impulsores de la misma (usualmente, el gobierno de turno), en este caso, sin embargo, las particulares circunstancias que rodearon su tratamiento y su sanción (con un amplio proceso de diálogo institucional previo con el espectro partidario y tras una dura derrota del oficialismo en las últimas elecciones legislativas), evidencian que la norma apuntó mayoritariamente a democratizar el proceso pre-electoral y a equilibrar los estándares económicos de las campañas.


Vale entonces reseñar algunas de las particularidades que distinguen a estos comicios del próximo mes de agosto del sistema electivo único anterior: a) son elecciones primarias (es decir, una elección liminar de candidatos que definirán al que representará a cada partido o frente, pudiéndose elegir una única opción por categoría); b) son abiertas (pues para votar a un candidato de una lista interna de un partido no se precisa ser afiliado al mismo); c) son obligatorias (pues forman parte del mismo proceso electoral donde rige el deber de ir a votar, aunque ahora desdoblado en dos etapas: primarias y general); d) son simultáneas (pues las de todos los partidos se desarrollan en un único acto; máxime en nuestra Provincia, donde se sincronizan las elecciones nacionales, las provinciales y las municipales); y e) son selectivas (en tanto sólo pasarán a las elecciones generales de octubre aquellas candidaturas que resulten mayoritarias en cada partido o frente, y respecto de opciones que superen el piso electoral del 1,5% del total de los votos válidos emitidos).


Paradójicamente en estos tiempos se han escuchado voces contrarias a la realización de estas elecciones primarias, fundadas en la inexistencia de contiendas internas para las candidaturas presidenciales en ninguno de los partidos nacionales. A ello cabe efectuar dos observaciones que evidencian la ignorancia que campea respecto a esta nueva modalidad: 1) la inexistencia de contiendas internas en las fórmulas presidenciales denota la ausencia de una real comprensión de los incentivos que presenta a la ciudadanía una oferta antagónica e intrademocrática dentro de opciones partidarias definidas (así se han bajado anticipadamente precandidatos para unificar la oferta sin advertir que en las primarias los indecisos se inclinan a votar por aquellos partidos donde se ofrecen opciones); 2) se ha descalificado la presencia de múltiples variables en el orden local, advirtiéndose la presencia de numerosas listas dentro de las principales ofertas partidarias para cargos municipales, siendo nuestra ciudad de La Plata una muestra evidente del abanico de listas internas que presentan casi todos los partidos.


Es por esa clara utilidad en fomentar el debate y la diversidad de opciones locales por la que resulta indudable la conveniencia de la efectiva realización de las elecciones primarias previstas tanto por una ley nacional como otra provincial (y que sólo podría obviarse por una derogación por la misma vía). Ello sin perjuicio de evidenciarse que lo ideal sería que en todos los escenarios (fórmulas presidencial y a gobernador, legislativas nacionales y provinciales) los partidos eviten unificar las listas y promuevan una oferta variopinta para generar interés electoral ante la ciudadanía, como también que las provincias eviten el desdoblamiento excesivo de los comicios internos (en Chaco, por ejemplo, pueden darse –de haber ballotage- hasta seis elecciones obligatorias en este 2011).


Las primarias tienden a fomentar la participación cívica en el manejo de la cosa pública, pero para que su implementación pueda conformar una especie de “política para todos” (al estilo de los planes de promoción oficial para el consumo), esta iniciativa debe lograr un compromiso político similar por parte de la ciudadanía, promoviéndola a que asuma su deber constitucional a interesarse por validar con su voto solo los proyectos políticos que la representen, y no escudarse en el mero cumplimiento de la obligación electoral, o del archiconocido voto argentino al mal menor. Aristóteles recordaba que el hombre se hace ciudadano solo por su virtud cívica, que entraña su compromiso con la vida política (lo cual comienza por el interés y la búsqueda de participación). En términos bien nuestros, el desafío es lograr que cada argentino defiende más a su país con sus decisiones que con sus gritos de cancha.


Sin duda que dentro de este esquema de máxima participación que buscara la reforma política y electoral, son signos desalentadores tanto el comportamiento errático que tuvieran los principales partidos en sus fórmulas nacionales al vaciar de contenido las primarias con listas unificadas desde arriba y deserciones tempranas, lo cual debe tratar de impedirse se contagie a los escenarios locales, donde hasta el presente sí reina la oferta variopinta dentro de la mayoría de las alternativas partidarias o de frentes. Y es en lo municipal donde la democracia real se debe preservar, generando nuevos liderazgos cercanos y donde la rendición de cuentas pueda ser reclamada a intendentes remisos o inactivos.


Las elecciones primarias generan una instancia propicia para superar las confusiones que plantean las tradicionales identidades partidarias, abriendo los escenarios a nuevas propuestas, permitiendo que la ciudadanía empiece a descubrir las afinidades con los programas de acción política, buscando coherencia y profundidad en la oferta de candidatos. Es que, en definitiva, no es sino otro intento de respetar el viejo anhelo que nos legara Martín Fierro: “mande el que mande, yo he de votar por quien quiera!”.


Julián Portela (abogado constitucionalista)

Comentarios

Entradas populares de este blog

La inseguridad en debate

PRESTAMO DEL FMI: ECONOMIA VS. CONSTITUCION

FalloSanJuan