CARTA ABIERTA CONTRA EL TEMOR
La realidad
nos ha dado a los platenses la bienvenida a un capítulo bien cercano de la
eterna lucha del bien contra el mal, más concretamente el de la defensa de la ley
contra la industria del delito.
Personalmente
apenas conozco al Dr. Fernando Cartasegna, apenas algún cruce académico o
funcional, pero sí tengo muy presente por múltiples fuentes sobre su valía como
fiscal honesto y efectivo en la investigación y el desmantelamiento de mafias
que históricamente se consideraron intocables en esta región (prostíbulos,
trata, barrabravas, ciberdelitos). Sobre su honestidad y efectividad parece que
también conocían quienes hace unos días lo interceptaron y amenazaron para que
no avance en una nueva investigación que refirieron que involucraba también al
financiamiento ilegal de la policía, relacionada a un tema que profesionalmente
nos afecta a todos los abogados que intentamos defender un ejercicio éticamente
responsable de nuestra disciplina (la mafia de los “caranchos”, o la ilegal connivencia entre abogados y
policías para lucrar con la necesidad de accidentados). Indignado como
tantos, expresé mi apoyo público.
Pero a
pesar de la publicidad que se dio a esta amenaza en todos los periódicos del
país, a la guardia policial que se le asignó, y al deseo valiente y honorable
del propio fiscal de proseguir con la
misión que la sociedad espera de él en un tema tan relevante, en el día de hoy,
y con un simbolismo de innegable impunidad, fue invadido, golpeado, amordazado
y nuevamente amenazado ahora en su propio despacho de tribunales. El sistema de
resguardo de un funcionario amenazado (como ocurrió también no hace tanto a
nivel federal con otro caso irresuelto) fracasó completamente, y ello de por sí
debiera tener responsables físicos y políticos. El mensaje mafioso de
impunidad, en cambio, pareciera que fue exitoso: el fiscal bueno fue licenciado
y sus investigaciones serán reasignadas a otros funcionarios.
Por eso ahora
ya no basta con apoyar al fiscal atropellado. Y ahora tampoco basta con
repudiar el hecho como un delito personal; esto fue un avasallamiento
institucional de máxima gravedad: la mafia ha marcado un límite de temor al
poder de la Justicia para hacer cumplir la ley. Pero entonces en esta película los
malos ganan? La afrenta a uno de los pocos fiscales que se atrevió a avanzar a
fondo contra verdaderos sistemas de financiamiento ilegal de nuestra policía merece
una reacción ejemplar. Callar o quejarse tímidamente es ser cómplice para que “todo
pase”, se calmen las olas y siga la calma chicha de la hipocresía de un sistema
enfermo que corroe la legitimidad de la sociedad toda.
Es hora de
tomar partido para acompañar una definición rotunda a favor de la Ley y en
contra de las mafias, y para ello cabe exigir medidas concretas como respuesta
a esta afrenta concreta y urgente a las instituciones:
a)
Al poder político, encabezado por
una Gobernadora que ha anunciado su deseo de depurar la fuerza de seguridad de
los bonaerenses, para que profundice esa apuesta y convoque de inmediato al
diálogo parlamentario para construir una nueva fuerza policial, con un nuevo
marco legal que la oxigene y la someta a controles efectivos en cuanto a
desempeño constante y control de abusos;
b)
A los integrantes nobles de la
propia Policía, aquellos que se unieron a ella con verdadera vocación de
servicio y que se asquean con el enriquecimiento mediante la complicidad con el
delito, urgiéndoles a que se manifiesten explícitamente en su deseo de pertenecer
una fuerza íntegra y coherente en todas sus facetas y renunciando a seguir
tolerando prácticas aberrantes de financiamiento corporativo;
c)
A los fiscales, a jueces y a sus
equipos, para que tomen el guante de la lucha contra la corrupción en todas sus
formas (policial, estatal, abogadil, empresaria, sindical y también cívica),
encumbrando el respeto por la ley sobre todas las cosas: precisamos más
activismo en el control;
d)
A los colegios de abogados, para
que colaboren activamente en la identificación de sujetos que ostentan un
título profesional sólo para destrozarlo en la práctica diaria lucrando
espuriamente a través de vulnerar derechos de clientes necesitados o tender
sociedades con funcionarios;
e)
Y a la sociedad toda, para que abra
los ojos y tome partido ante un dilema moral de primer orden, pues cada vez que
las mafias logran imponer el temor, TODOS perdemos.
Por eso como abogado, como profesor
universitario, como padre, pero sobre todo, como ciudadano argentino, exijo que
honremos con una reacción adecuada que sirva de reparación y eterno
agradecimiento a personas que –como el fiscal Cartasegna- no dudan en poner en
riesgo su propia vida por la vigencia de un Estado de Derecho que garantice
nuestra vida en sociedad y el futuro de nuestros hijos.
Julián
Portela
DNI
23136260
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