Defensa y refuerzo de las PASO
Servirán
para algo las elecciones del próximo 13 de agosto? Acaso es inconstitucional –como
lo denunció en esta columna el diputado Tonelli- obligar a la ciudadanía a
participar en internas de partidos a los que no están afiliados? Lo cierto e
inminente es que en menos de un mes todos los argentinos deberemos acudir a
cumplir con una obligación electoral adicional y antecedente a las elecciones
generales de mitad de término, para definir justamente a quienes podrán
participar de esa segunda elección a realizarse un par de meses después. Es
lógico que esté en duda la razón de ser de esta elección primaria, abierta,
simultánea y obligatoria (P.A.S.O.) en tanto la oferta electoral de octubre ya
se encuentra casi definida, y salvo unas pocas contiendas internas locales, los
comicios de agosto sólo servirían como un filtro de partidos minoritarios (sólo
participarán en octubre quienes superen el piso mínimo de 1.5% de votos
válidos) y de virtual y costosa encuesta previa.
En este
punto vale recordar que las PASO se originaron de una derrota electoral del
oficialismo kirchnerista del 2009, que tras fracasar principalmente en el
distrito bonaerense con un esquema de candidaturas testimoniales (inadmisibles
en nuestro sistema constitucional) frente a un candidato millonario y ajeno a
la política tradicional (De Narváez), se decidió a limitar el financiamiento
privado de la política, a incorporar gradualmente a las minorías partidarias
relevantes y a actualizar el sistema de organización electoral mediante una ley
de pomposo nombre (26.571, de “democratización de la representación política, la
transparencia y la equidad electoral") que se gestó
mediante un interesante proceso previo de mesas de diálogo cívicas e interpartidarias.
Pues bien,
desde su implementación hace ya tres elecciones, las PASO han ido desdibujando
su sentido práctico, principalmente por no haberse sellado bifrontalmente su
tránsito de carácter obligatorio: sólo se ha enfatizado el deber cívico de
participar en ellas, mas no el de los candidatos de utilizarlas adecuadamente,
lo que ha devenido en un esquema de dispersión partidaria que habilita la
irrupción a último minuto de ofertas electorales sorpresivas, para evitarse
justamente la contienda interna previa de quienes dicen comulgar ideologías
similares: así la ex presidente ha renegado incluso del sello justicialista
para evitar una confrontación con su ex ministro del Interior (ambos justamente
impulsores de las PASO), o el oficialismo actual ha desalentado también el
enriquecimiento de su oferta mediante una lista única verticalmente diseñada
(nuevamente, contrariando el espíritu horizontal que guían a estas primarias)
y, finalmente, casi todo el espectro político ha ignorado el sentido
legitimador y ordenador de esta elección previa optando por ofrecer un menú
acotado al electorado obligado a participar de un acto electoral insípido y
sinsentido.
Antes bien
de coadyuvar a las tesis abolicionistas de las PASO, o de adherir a planteos de
supuesta inconstitucionalidad de la obligación de participar en internas de
partidos políticos en los que no estamos afiliados (circunstancia que es
relativa pues siempre existe la opción del voto en blanco), entendemos oportuno
defender su motivación originaria y enfatizar que su aparente inutilidad actual
deriva más bien de sus propias debilidades reglamentarias que han dado lugar a que
los candidatos personalicen egoístamente su visión: el caso bonaerense –como siempre-
es paradigmático, pues en lugar de
llevar a octubre con una oferta electoral clara y depurada, los bonaerenses
tendremos que elegir nuevamente entre centenares de candidatos a senadores,
diputados y legisladores locales. Por
ello, más que tender a eliminarlas presupuestariamente, es necesario reforzar el
actual sistema de las PASO por uno que además obligue a “organizarse” a los
candidatos (frentes, partidos y personas) para que definan anticipadamente en
qué oferta ideológica participarán, para evitar que jueguen a último momento
con la apertura de espacios inéditos, temporarios y volátiles para evitar la
confrontación interna. Así, las PASOO (agregándose el adjetivo de “organizadoras”)
importarían que los candidatos sólo puedan competir por partidos políticos en
los que estuvieron afiliados como mínimo dos años previos a su postulación.
Se evitarían así los oportunismos, los volantazos y las traiciones electorales
de quienes se ven tentados de buscar atajos para evitar la competencia previa
legitimante y organizadora que ha previsto este sistema. Naturalmente las
nuevas PASOO debieran consensuarse legislativamente solo tras la inminente
experiencia de agosto, por obvias razones de no modificar el reglamento en
medio del juego eleccionario, y debiera comprender además correcciones
reglamentarias de temas electorales aún pendientes: la prohibición explícita de
las candidaturas testimoniales (mediante la obligación de renunciar a su cargo
actual de quienes se postulan a otro) y la incentivación de las internas
duplicando el monto de aporte estatal sólo a los partidos o frentes que
presenten al menos dos opciones reales a las primarias, entre otras.
La evolución
del juego electoral en nuestro país precisa de nuevas reglas que fortalezcan a
la imprescindible existencia de partidos políticos (arts. 36 y 37 de nuestra
Constitución federal) para garantizar una oferta amplia y clara de candidaturas
a una ciudadanía que exige y se merece una mejor democracia, y no una vuelta a
esquemas personalistas y oportunistas que solo debilitan a nuestras
instituciones.
Julián
Portela - Profesor de Derecho Constitucional (UNLP)
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