POR UN FERIADO PARA LA MUJER
Entiendo que el 8 de marzo debería
ser incorporado por ley como nuevo asueto festivo en el cronograma nacional,
incluso en reemplazo de algún otro que ha perdido su fortaleza conmemorativa
para el general de los argentinos (particularmente como católico, entiendo
anacrónico seguir imponiendo al resto de los argentinos nuestro Día de la
Virgen). Es que el “Día de la Mujer” ha dejado de ser una fecha simbólica de un
género para convertirse en un día de concientización, reclamo y celebración
para toda la sociedad argentina, y ya no sólo para la mitad más unA. O más dos,
porque en realidad ya son el 52% de la población según el último censo oficial.
Podrá tildarse esta propuesta como una demagogia oportunista frente a marchas
multitudinarias, o como reflejo constitucional ante una lucha genuina, pero en
cualquiera de ambas deberemos reconocernos como contemporáneos de una era que
configura una auténtica revolución femenina, donde el género mayoritario nos
recuerda que para ser realmente democráticos le debemos un respeto igualitario que
supere la tradicional galantería hacia el supuesto “sexo débil”.
Así como justificadamente
conmemoramos a militares fundacionales y, más recientemente, invocamos más
efectivamente dolorosos recuerdos de violencia institucional para nunca más
repetirlos (24 de marzo y 2 de abril), la lucha constante y ejemplar de las
mujeres argentinas para lograr ni más ni menos que idéntico respeto que su
contra-género merece ya su reconocimiento institucional formal. Precisamos de una
jornada especial que valide que los feriados además de tiempo de ocio por la
lejana muerte de personajes históricos (cuyos nombres irrefutables se repiten
innecesariamente hasta el cansancio en todas las calles, plazas y escuelas de
cada pueblito, mientras héroes cotidianos más cercanos a cada localidad siguen
anónimos de celebración), también deben servir para repensar nuestra relación
presente con las luchas que en este mismo momento se encuentran disputando los
sectores postergados de nuestra sociedad, como en su momento se consagró
universalmente para los trabajadores con el 1º de mayo.
Vale recordar que este tan buscado
empoderamiento femenino partió de una cruzada subterránea de larga data (con
hitos trascendentes como la igualdad de los cónyuges y el voto femenino, ambas
de apenas unas pocas décadas) que viene lidiando con un invisible pero férreo
sistema patriarcal que las subestima física y potencialmente, pero que
principalmente las ha postergado en toda actividad pública a un segundo orden,
cuando no directamente a lavar los platos. Por eso más que faltar deliberadamente
al trabajo o declarar una huelga de género, las argentinas se merecen un día
formalmente libre para poder marchar, expresarse o al menos reflexionar sobre
el áspero camino recorrido y detectar los fuertes desafíos a afrontar para
lograr un respeto plenamente igualitario en un país en el que la igualdad sigue
siendo una meta constitucional difusa (art. 16).
Corresponde también reconocer que
generacionalmente no es ni será tan fácil para nosotros los varones nacidos en
el siglo XX el asimilar el rol protagónico que reclaman con legitimidad
nuestras imprescindibles socias en la vida pública y privada, por lo que
también nuestro ADN protomachista y latino nos obliga también doblemente a
detenernos y meditar periódicamente sobre esta transformación radical que
propone un nuevo modelo de convivencia social. Otra razón más para consagrar este
nuevo feriado general sobre una lucha de género que indudablemente potencia a toda
la sociedad.
Como prueba del aire fresco y la
maduración que a la sociedad argentina le ha insuflado esta reivindicación de
las mujeres respecto de temáticas realmente importantes es que se han ido
instalando en la agenda pública varios debates históricamente pendientes y
escondidos tras un manto de hipocresía criminal (pues su invisibilización ha
costado y sigue ocasionando muchas muertes inocentes), como con la violencia
doméstica (#NiUnaMenos), el acoso laboral (#MeToo) o el actual debate sobre la
despenalización del aborto (de fortísima veda normativa y casi nula
operatividad estadística). Es gigante la evolución social del sólo hecho de
plantear y debatir responsable y respetuosamente estos temas tan largo tiempo
ocultos en la vida pública argentina.
Si bien políticamente para las
mujeres ha sido histórica la última década, pues ya tuvimos presidenta y ahora tenemos
primera gobernadora bonaerense (y encima ambas de distinto color político), aún
falta muchísimo por avanzar en la igualdad de género: estadísticamente la
presencia de mujeres sigue siendo simbólica en roles de liderazgo público y
privado (donde ya es violenta la inequidad salarial). Cómo mero ejemplo
cercanísimo, en La Plata todavía nos falta tener una primera intendenta, una
primera rectora de la UNLP, una primera decana de Derecho, y ni hablar su
ausencia dirigencial en los emblemáticos clubes de la ciudad (pinchas y
triperos).
Valga entonces esta propuesta de erigir
un nuevo feriado como homenaje a la lucha ejemplar de las mujeres, ya en el
colectivo femenino como también en el respeto constante que inspiran nuestras argentinas
más cercanas (esposa, madre, hija, amigas y colegas), que obligan a reeducarnos
sobre que a la Nación no sólo la han forjado los patriotas guerreros, sino que
principalmente la hacen a diario quienes nunca abandonan la lucha por sus
derechos.
Julián Portela
abogado constitucionalista
La Plata, 7/3/2018
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